El 15 de septiembre de 1810 marcó el inicio de la lucha por la independencia de México, un movimiento liderado por figuras emblemáticas como el cura Hidalgo. Sin embargo, la independencia no solo representó un cambio político y social, sino también una transformación en el arte y la cultura de la época.

En ese entonces, México, conocido como La Nueva España, era una colonia de España y vivía un proceso de constante cambio y mezcla de culturas, influenciado por la conquista española. Los indígenas, mestizos y criollos buscaban encontrar su lugar en este México imperialista, donde los españoles peninsulares detentaban el poder.

Las manifestaciones artísticas de la época estaban en sintonía con la moda española y se centraban en el estilo barroco y neoclásico, con énfasis en motivos religiosos y paisajes. Sin embargo, la creación de la Academia de San Carlos en 1778 trajo consigo la influencia de las ideas neoclásicas y marcó un punto de inflexión en el arte mexicano.

El neoclasicismo se caracterizaba por elementos arquitectónicos como columnas estriadas o lisas, capiteles clásicos y frontones, lo que llevó a la remodelación de iglesias y la desaparición de los retablos dorados del barroco. Manuel Tolsá, un destacado arquitecto de la época, dejó su huella en obras como el Palacio de Minería y la estatua de El caballito.

El Hospicio Cabañas, actual Patrimonio Cultural de la Humanidad, alberga las obras de José Clemente Orozco, uno de los grandes muralistas mexicanos. Su arte reflejaba la convulsa época de la independencia y la lucha por la libertad.

En el campo de la pintura, Luis Rodríguez Alconedo se destacó como pintor, orfebre y revolucionario criollo. Sus obras, como un autorretrato al pastel, capturaron la esencia de la época. Perseguido y encarcelado por las autoridades virreinales, su experiencia en España y su lucha por la independencia lo convirtieron en una figura icónica.

La música también experimentó cambios notables. Manuel de Zumaya, compositor y maestro de capilla, fue un representante destacado del barroco musical en el continente americano. Su ópera «La Parténope» (1711) se considera la primera ópera mexicana y dejó una marca perdurable en la historia musical.

La época de la independencia no solo fue un período de lucha por la libertad política, sino también una época de transformación y florecimiento cultural en México. El arte y la cultura jugaron un papel fundamental en la construcción de la identidad nacional y el legado de esa época perdura en la riqueza artística de México hasta el día de hoy.

Por direccion

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *